En un mundo de etiquetas diagnósticas y una creciente biblioteca de trastornos mentales, hay una condición que se discute con frecuencia en los círculos de la salud mental y el bienestar: la sensibilidad altamente sensible, conocida por sus siglas en inglés como HSP (Highly Sensitive Person). Pero ¿es realmente un trastorno que debería estar consignado en manuales como el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales)? O, ¿es una respuesta de la sociedad moderna que busca patologizar una gama de comportamientos humanos normales?
Para comenzar, aclaremos qué significa ser una persona altamente sensible. Las PAS son individuos que experimentan una sensibilidad aumentada a su entorno. Se estima que entre el 15 y el 20% de la población tiene esta característica, la cual implica una mayor reactividad a los estímulos sensoriales, una profunda capacidad de reflexión y una empatía elevada, entre otras cualidades. El concepto fue propuesto por la Dra. Elaine Aron a principios de los años 90, basándose en investigaciones que señalaban estas diferencias como una variante normal de la sensibilidad humana.
Ahora bien, ¿califica la alta sensibilidad como un trastorno? La respuesta corta es no. En el DSM-5, que es el manual de referencia para los profesionales de la salud mental en el diagnóstico de trastornos psiquiátricos, no se recoge la alta sensibilidad como un trastorno. Esto se debe, en parte, a que ser altamente sensible no implica automáticamente un deterioro significativo en la capacidad de una persona para funcionar en su vida diaria, que es un criterio clave para la mayoría de los diagnósticos de trastornos mentales.
Sin embargo, ser PAS puede presentar desafíos. Las personas con alta sensibilidad pueden sentirse abrumadas por luces brillantes, sonidos fuertes, olores intensos, y pueden ser más susceptibles al estrés y la sobreestimulación. No obstante, estas características no son en sí mismas indicativas de una patología. Más bien, en muchos casos, reflejan una variación en el espectro de la experiencia humana normal y una respuesta más finamente sintonizada al entorno.
La discusión sobre si catalogar cualquier variación del comportamiento humano como un trastorno es un tema candente. En una sociedad que a menudo valora la eficiencia y la productividad por encima de la diversidad de los tipos de personalidad, puede haber una tendencia a considerar cualquier desviación de la «norma» como un problema que necesita ser «arreglado». Este fenómeno ha llevado a lo que algunos expertos describen como una «patologización de la vida cotidiana», donde rasgos como la timidez, la introversión, o en este caso, la alta sensibilidad, pueden ser vistos erróneamente como trastornos.
La realidad es que las PAS pueden prosperar en muchos entornos, especialmente aquellos que valoran la reflexión, la creatividad y la empatía. De hecho, estas personas a menudo contribuyen a la sociedad de maneras importantes, utilizando su capacidad para percibir matices y emociones que otros podrían pasar por alto.
En lugar de preguntarnos si la alta sensibilidad es un trastorno, quizás la pregunta más pertinente es cómo podemos acomodar y apreciar mejor una variedad de temperamentos y estilos de procesamiento en nuestro mundo. La alta sensibilidad, lejos de ser un problema, puede ser vista como un activo valioso, uno que merece ser entendido y respetado en lugar de patologizado.
En conclusión, mientras que el DSM-5 no reconoce la alta sensibilidad como un trastorno, es importante reconocer la validez de esta característica y considerar las maneras en que la sociedad puede ser inclusiva para las PAS. Comprender y aceptar la alta sensibilidad puede llevarnos a una sociedad más empática y considerada, donde la diversidad de la experiencia humana es valorada como una rica tela de variaciones normales, cada una con su propio conjunto de fortalezas y desafíos.